por Federico Mario Di Paolo///

De casualidad sube al colectivo. No sabe como, pero estaba en la parada del 203 en Puente Saavedra. Ese bondi lo lleva a las casa, allá en Pacheco. Son las 6 de la matina de un lunes, martes o lo que sea de otubre. La gente va al laburo, al yugo, él vuelve o viene, no se sabe. Aparecen niños de blanco que piden del escolar, obreros paraguayos que van a la construcción, señoras que van a la feria temprano, y él… Todos en el ecosistema de un medio de transportre público, personas que no volverán a verse jamás, pero el cotidiano andar hace que se rejunten, respiren, vean sin mirar.

Él ronca en el primer asiento de dos, la señora lo mira con su revoque y su conciencia de misa, resopla y piensa en la juventud perdida. Ella baja en Acassuso y emprende su vida de señora de Acassuso.
Silencio, inconciencia, abismo.
Al rato : «TERMINAL», grita el chofer. Baja en Moreno, contempla el paisaje bonaerense, siente el frío en su resacosa jeta, prende un Red Point, fuma tres pitadas y piensa…
Tinelli, ¿Riquelme que hará? ¿Obama qué onda?.. Cristina y Shakira…
Sigue meditando, entra en el primer Café que vé y pide una ginebra, lo más puro que tiene.

 

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